Actualmente está claro que la genética tiene un papel fundamental en los rasgos del sueño. Aunque los factores ambientales pueden influir en la duración y la intensidad del sueño, se sabe que determinadas variantes genéticas afectan a estos rasgos, e incluso, en determinados casos, pueden llegar a producir trastornos familiares del sueño.
Duración del sueño
El sueño se define como un estado natural reversible de inconsciencia en el que se produce una disminución de la capacidad de respuesta a los estímulos externos y una actividad relativamente baja.
Un sueño suficiente y de alta calidad es fundamental para el bienestar mental y físico. La Academia Americana de Medicina del Sueño recomienda una duración diaria del sueño, en adultos, de al menos 7 horas por noche y de forma regular.
A diferencia de otros mamíferos, se cree que la duración del sueño en humanos está regulada por dos procesos: el proceso S homeostático que aumenta durante la vigilia y se disipa durante el sueño y el proceso C, controlado por el reloj circadiano que se sincroniza con los ciclos día-noche de la Tierra gracias a la secreción de melatonina. Además, la duración del sueño es un proceso que se ajusta según las necesidades, de modo que, cuando se pierde el sueño se activan mecanismos compensatorios que extienden la duración del sueño posterior.
El sueño es necesario para la consolidación de la memoria e implica la incorporación de las memorias adquiridas en el hipocampo a la red cerebral del neocórtex, donde se produce su almacenamiento a largo plazo.
Las alteraciones crónicas del sueño y del ritmo circadiano, se han asociado con un mayor riesgo de alteraciones del estado de ánimo, menor rendimiento cognitivo y alteraciones cardiometabólicas. Entender cuál el papel de la genética y qué mecanismos biológicos subyacentes desencadenan los trastornos asociados al sueño sigue siendo objeto de múltiples estudios.
13,5 millones de variantes
52 loci
Bibliografía
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