El insomnio se refiere a un trastorno crónico del sueño que implica dificultades para conciliar o mantener el sueño, y va más allá de las alteraciones esporádicas del mismo. Este problema puede tener un impacto significativo en la calidad de vida y el funcionamiento diario de quienes lo padecen. De hecho, se estima que alrededor de un tercio de la población general ha experimentado insomnio en algún momento de sus vidas.
Insomnio
El insomnio se refiere a un trastorno del sueño que abarca diversas dificultades relacionadas con la calidad y cantidad del descanso nocturno. Las personas afectadas pueden experimentar problemas para quedarse dormidas al inicio de la noche, dificultades para mantenerse dormidas durante el transcurso de la noche o sentir que el sueño obtenido no es reparador. Estas dificultades persisten a pesar de tener un entorno propicio para dormir. Una característica central del insomnio es que estas perturbaciones del sueño se asocian con un deterioro funcional durante el día, lo que puede incluir dificultades en la concentración, el estado de ánimo y el rendimiento en general. Además, el patrón de dificultades para dormir debe repetirse al menos tres veces por semana y haber estado presente durante un período mínimo de un mes.
Este trastorno se ha relacionado con el aumento del riesgo y gravedad de trastornos metabólicos, cardiovasculares, neurodegenerativos y de la salud mental y emocional.
En el estudio del insomnio la genética juega un rol importante, no obstante, existen otros factores no genéticos que aumentan el riesgo de sufrir esta condición:
- El sexo femenino tiene mayor predisposición a sufrir de insomnio debido a los cambios hormonales experimentados durante el ciclo menstrual, la menopausia o el embarazo.
- El estrés y/o los acontecimientos traumáticos de la vida.
- La edad avanzada. A partir de los 60 años existe un mayor riesgo de padecer insomnio.
- La existencia de condiciones médicas y psiquiátricas comórbidas como la ansiedad, la diabetes o el cáncer.
- Carecer de un horario de sueño regular.
La prevención del insomnio se basa en la adopción de buenos hábitos de sueño que favorezcan un descanso saludable. Mantener una rutina regular de horarios para acostarse y despertarse, incluso los fines de semana, junto con la práctica habitual de actividad física, es una estrategia clave para mejorar la calidad del sueño. La revisión de medicamentos con posibles implicaciones en el insomnio, la moderación o evitación de siestas diurnas, así como la limitación de la ingesta de cafeína, alcohol y nicotina, también desempeñan un papel esencial en la prevención.
13,5 millones de variantes
242 loci
Bibliografía
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